miércoles, 3 de febrero de 2016


La atención centrada en la persona, una moda vintage



La idea subyacente de que el paciente es un inferior jerárquico sin capacidad para tomar decisiones ha estado presente en el inconsciente de nuestras organizaciones sanitarias y en muchos de sus profesionales desde los inicios, y durante mucho tiempo, podríamos decir que ha ido bien fomentar su dependencia y pasividad. 

Los tiempos cambian, o al menos eso parece, y a aquel que llamábamos paciente ahora lo llamamos persona (y entiendo que se puede tratar como a una persona a un paciente, y como a un paciente a una persona). 

A aquel que privábamos de la capacidad de decidir, ahora tenemos tendencia a quererlo empoderar, sin darnos demasiada cuenta de la verticalidad que puede involucrar semejante acto, y de la capacidad o don que atribuye a los profesionales para poder empoderarse a sí mismos y a los demás.

Andamos además creídos de que podemos educar, hacer corresponsables y poner a las personas en el centro de la toma de decisiones, pero eso no es tarea fácil. Hay quien puede pensar que muchas cuestiones pueden solucionarse mostrando a la persona un abanico de posibilidades para que elija con libertad, olvidando que a veces, la libertad está en pedir que alguien elija por ti o sencillamente en no decidir nada. 

Aire fresco, lleva este discurso de la atención centrada en la persona, ideas de cambio y progreso, un discurso que más me gusta cuanto menos arrogante y grandilocuente es, y que más creíble me parece cuanto más humilde y menos objetivos de cambiarlo todo promete.

Me gusta la idea de pensar en organizar los servicios en función de lo que necesitan las personas ¿Cuándo y porqué dejamos de hacerlo? Me gusta hablar de la relación asistencial, la relación de ayuda. Me gusta pensar y poner en valor a tantos profesionales que siempre han tratado de escuchar, entender y dar voz a las personas acompañándolas en sus decisiones y me gustará cuestionar a aquellos profesionales que sin duda habrá, que operando desde un modelo de atención centrada en la persona lo hagan atendiendo a sus intereses científico-técnicos o económicos.

Me siento cómoda con este modelo e incluso me ilusiona que las organizaciones se planteen trabajar en esa dirección, pensando para, por y con las personas. Me remite a mis años de estudiante de Trabajo Social, cuando estudiaba a Carl Rogers la que fue su principal aportación “La psicoterapia centrada en la persona”, y “El proceso de convertirse en persona” y las teorías de Abraham Maslow ambos fundadores de la teoría humanista e impulsores de la Gestalt. Me evoca a Isca Salzberger Wittemberg y su relación asistencial, a Michael Balint con sus Seis minutos para el paciente, a los escritos de Anna Marie Hertogue sobre trabajo social sistémico y a la mismísima Mary Richmond y su emblemático no le des el pez, enséñale a pescar.

Bienvenida sea esta moda de la atención centrada en la persona, esta moda vintage que parecería resurgida de esta época de crisis, de pérdida de fe en lo humano, en todo aquello que un día fue valioso cuando había más tiempo en las consultas, se contabilizaba menos y se hablaba más, y que progresivamente hemos ido perdiendo día a día.

Vintage, que no retro. Vintage, porque son ideas, conceptos, teorías que se conservan en perfecto estado, que tienen el mismo sabor , que apenas necesitan modernizarse para ser útiles y que conforman instrumentos imprescindibles para orientar los servicios y la atención de las personas.

Larga vida a este pensamiento, y que de forma cuidada y convincente seamos capaces de irlo extendiendo gota a gota, sin estrépito, impregnando nuestras organizaciones de respeto y buen trato, haciéndonos sentir, que es bajo ese modelo bajo el que queremos ser atendidos y tratados cuando enfermemos, cuando vayamos a un centro residencial o cuando envejezcamos.

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